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Clima en guerra. Rasputitsa (Modesto)
En la dirección de la Segunda Guerra Mundial existen dos cómicos errores canónicos relacionados con la geografía física y el clima.
Uno es la ignorancia e indiferencia de los aliados occidentales hacía el peculiar paisaje de Normandía, llamado bocage. Consiste en la parcelación del terreno mediante setos vivos de gran tamaño y edad. Éstos permiten y facilitan la fortificación y entorpecen enormemente los movimientos de fuerzas motorizadas.
El bocage contribuyó decisivamente -sin despreciar la descortés falta de colaboración de los alemanes- a dificultar la salida de las tropas al campo abierto de la llanura norteña francesa.
La Rasputitsa
En el caso de la guerra germano-soviética podemos atribuir el error, aun más grotesco que en Normandía a la velocidad con que se pensaba destruir la URSS, mediante el uso de fuertes y veloces medios acorazados, a los que seguirían la inmensa mayoría de las divisiones hipomóviles, dotadas, en el mejor de los casos de camiones y coches fruto del botín ganado a checos y franceses.
Vehículos todos ellos fabricados para la circulación en verdaderas carreteras y no en la red de caminos del occidente soviético. Asi que, si ya durante el verano de Barbarroja las pérdidas debidas al desgaste y la falta de repuestos fueron descomunales, la movilidad se vió reducida a cero cuando las lluvias se precipitaron.
Además de la feroz y caótica resistencia del Ejército Rojo de Obreros y Campesinos, el Heer se vió obligado a enfrentar la fochanca, con el fango hasta los galones.
Es la Rasputitsa, cuya traducción literal ignoro, pero a la que los autores se refieren como “tiempo sin caminos” o temporada del barro.
Convierte las fértiles llanuras y sus vías de comunicación en mares de lodo intransitables, y que se produce con la regularidad del metrónomo al tiempo del deshielo primaveral y de las primeras lluvias del otoño.
De manera, hijos mios, que si vuestro deseo es invadir la Madre Rusia, rendid homenaje al General Invierno. Rapará vuestras barbas pero os permitirá moveros a vuestro antojo y sobre vuestras orugas a través de grandes extensiones heladas.
Pero no hagáis de menos a la Sargento Rasputitsa, que en madreñas y con el paraguas al pescuezo, se prepara para hacer estrume de vosotros.
Fuentes:
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